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15 enero 2021

La indiferencia ciudadana frente a los médicos en la lucha contra el COVID-19


Por: Juan Garduño

Este año ha sido arduo y difícil para todos. Sin duda nos ha mostrado lo que somos como humanidad y como mexicanos. Al estar confinados al hogar, pudimos hacer una pausa para reflexionar acerca de las actividades que hacemos cotidianamente y de las cuales nos vemos truncados; hemos cambiado las clases escolares por la pantalla de nuestras computadoras o televisores; además, muchos siguen exponiéndose ante la imperiosa necesidad de trabajar para alimentar a sus familias, brindar servicios y atender urgencias. Entre estos ciudadanos, el personal médico ocupa la primera línea. Ellos están al frente de todos los esfuerzos por contener la propagación de una enfermedad emergente, desconocida en casi todo aspecto, sumergidos en una situación cruel y desesperanzadora. En precarias condiciones, con insumos escasos, pero con un gran corazón, resisten jornada a jornada en ambulancias, salas de urgencias y terapia intensiva, salvando tantas vidas como les es posible. A cambio, ¿qué han recibido? 

La principal preocupación al inicio de pandemia era que los hospitales no fueran suficientes para atender el número de casos, ya que el índice de contagio del nuevo coronavirus es muy alto; finalmente, ese día llegó antes de las fiestas de fin de año. La principal causa de esto es la irresponsabilidad del gobierno, acompañada de la irresponsabilidad ciudadana. No hay una reglamentación clara y efectiva acerca de las medidas de seguridad, el ejemplo claro es el gobierno federal que no se ha pronunciado en favor del uso extensivo y obligatorio del cubrebocas, a pesar de la evidencia científica en favor de su utilidad para frenar el aumento de casos e incluso evitar el desarrollo de cuadros graves ante un contagio. Las justificaciones respecto de ciertas decisiones son varias, pero pareciera que la salud de los ciudadanos no es lo importante. Aumenta el presupuesto para seguridad, pero no para el sector salud, siguiendo la línea de gobiernos anteriores.

Por otra parte, la ciudadanía se queja de su encierro y rompen el resguardo al que nos obliga esta enfermedad. Desde las familias enteras que acuden a los tianguis, hasta el abarrotado centro comercial, donde la restricción al acceso de menores y personas de la tercera edad es desafiada no pocas veces, las estampas de la indolencia son excesivas y dolorosas. ¿Se han preguntado por qué cerraron las escuelas? Precisamente para evitar lugares concurridos donde se pueden dar los contagios masivos. Ahora la gente se dice fastidiada, ellos se “merecen” salir e ir de vacaciones, hacer compras como si no pasara nada, disfrutar de su “libertad”, olvidando que la libertad implica responsabilidad. Cabe preguntarse, ¿quién si no el personal médico merece vacaciones? Después de un año lleno de estrés, de arduo trabajo, de la dolorosa pérdida de compañeros que además son amigos y amigas, hermanos y hermanas, cónyuges. Ellos, con dolorosa impotencia, ven cómo la gente hace fiestas, sale de viaje y de compras, publicando además esto en sus redes sociales. Para ellos es motivo de orgullo, cuando debería ser una vergüenza. Esa dolorosa falta de empatía con nuestros médicos es el pago de gran parte de la ciudadanía.

México es el país con más pérdidas de personal médico por COVID-19. Los insumos que les entrega el gobierno son insuficientes en cantidad y calidad, además la ciudadanía no está cuidándose. En estas fechas será muy común encontrar en las noticias que las personas mueren en el traslado de un hospital a otro, pero antes de culpar al personal médico, pensemos en todas las fiestas que se oyen a nuestro alrededor, en todos los que salen a la calle irresponsablemente sin protección, en aquellos que asisten a restaurantes, bares y centros nocturnos, ellos son los verdaderos responsables. Antes de tomar una actitud egoísta y pensar en que “merecemos” vacaciones, pensemos en todo el personal médico, que en verdad las merece y en todos aquellos nunca volverán a tener vacaciones, pues han dejado su vida cumpliendo con un deber que va más allá de la responsabilidad laboral. 

Una de las crisis que deberemos afrontar después de la pandemia será la falta de personal médico, antes de atacarlos, pongámonos en su lugar y rompamos con esta ingratitud infame.


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