Por: Alicia García-Molina
Antes de poder emitir una opinión sobre el momento político que vive México valdría la pena que se entendiera claramente qué hay detrás de los términos “izquierda” y “derecha”.
Actualmente la izquierda y la derecha son consideradas corrientes relacionadas con ideologías liberales o conservadoras respectivamente, aunque muy pocos conocen dónde y cómo surgió esta división.
En el verano de 1789 se llevó a cabo una consulta en la Asamblea de Representantes de Francia para determinar las facultades que se le otorgarían o negarían al Rey Luis XVI, tras un acalorado debate, los miembros del congreso se separaron en dos bandos que marcaron su división no solo ideológica, sino geográfica dentro del recinto.
Los revolucionarios se colocaron del lado izquierdo del presidente de la Asamblea mientras que los aristócratas que apoyaban las virtudes de la monarquía se situaron a la derecha.
Esta división logró sobrevivir aunque mantenía un muy bajo perfil durante la monarquía de Napoleón Bonaparte. Durante este periodo la prensa era la única que utilizaba dichas etiquetas para polarizar la política.
Fue con la instauración de una monarquía constitucional al paso de los años cuando se volvió a dividir la asamblea abiertamente hasta que finalmente los partidos políticos se autodefinieron con ideología de extrema izquierda, izquierda, centro, derecha y extrema derecha.
México tiene una historia sui generis, pero hablando de la historia moderna desde mi punto de vista, el gran parteaguas que logró el objetivo de consolidarse como oposición al autoritarismo burocrático nació en 1988 tras las elecciones presidenciales.
No fue sino hasta 1997 que el proyecto se vería consolidado, sin embargo, ocupar el gobierno de la Capital no fue poca cosa, se aglomeraron intelectuales, artistas, líderes sociales e incluso alguno que otro terrateniente que no recibía atención del partido hegemónico.
Poco a poco fue creciendo y ocupando territorio, incluso se convirtió en el dolor de cabeza de los partidos de centro y de derecha.
Mientras tanto, de manera discreta, una oposición más fuerte y con mayor disciplina empezó a perfilarse a la presidencia de la República. Los esfuerzos rindieron frutos en el 2000 cuando Vicente Fox fue electo.
Entonces la oposición al Partido Revolucionario Institucional era en realidad una corriente conservadora. De aquí podríamos entender que el PRI no era conservador, que la izquierda era una de las oposiciones y que la derecha había encontrado la formula correcta para convencer al electorado mexicano.
Puede sonar muy rebuscado el juego político, pero lo que queda claro es que México es un mosaico de culturas. El mestizaje enriquece, pero de la misma manera crea una controversia en el existir del mexicano, ¿será por ello que le resulta fácil a los legisladores brincar de la izquierda a la derecha pasando o sin siquiera pasar por el centro? O ¿somos tan apáticos como ciudadanos que nunca hemos sido capaces de crear una verdadera oposición?
Las redes sociales y las nuevas tecnologías tienen grandes ventajas que podrían aprovecharse para construir una sociedad más justa y equitativa, no para dividir y desinformar.
Lo que es un hecho es que cualquier oposición necesita de estructura, principios, objetivos reales y fuerza ciudadana, sin esos elementos ningún partido o movimiento sin importar cuál sea su origen o ideología podrá retomar el rumbo perdido.
Quien quiera ser escuchado deberá hacerlo metódicamente como lo han hecho los partidos de izquierda, centro y derecha. Ninguna marcha o recolección de firmas podrá sustituir los derechos y obligaciones electorales.
No es una hazaña ser oposición, de la misma manera, un grupo opositor no tiene que estar en alguno de los extremos ideológicos ni ser golpista o reaccionario.
Cualquier oposición debe generar un contrapeso que lleve al equilibrio, solo entonces podremos decir que hemos alcanzado una verdadera democracia.
Antes de poder emitir una opinión sobre el momento político que vive México valdría la pena que se entendiera claramente qué hay detrás de los términos “izquierda” y “derecha”.
Actualmente la izquierda y la derecha son consideradas corrientes relacionadas con ideologías liberales o conservadoras respectivamente, aunque muy pocos conocen dónde y cómo surgió esta división.
En el verano de 1789 se llevó a cabo una consulta en la Asamblea de Representantes de Francia para determinar las facultades que se le otorgarían o negarían al Rey Luis XVI, tras un acalorado debate, los miembros del congreso se separaron en dos bandos que marcaron su división no solo ideológica, sino geográfica dentro del recinto.
Los revolucionarios se colocaron del lado izquierdo del presidente de la Asamblea mientras que los aristócratas que apoyaban las virtudes de la monarquía se situaron a la derecha.
Esta división logró sobrevivir aunque mantenía un muy bajo perfil durante la monarquía de Napoleón Bonaparte. Durante este periodo la prensa era la única que utilizaba dichas etiquetas para polarizar la política.
Fue con la instauración de una monarquía constitucional al paso de los años cuando se volvió a dividir la asamblea abiertamente hasta que finalmente los partidos políticos se autodefinieron con ideología de extrema izquierda, izquierda, centro, derecha y extrema derecha.
México tiene una historia sui generis, pero hablando de la historia moderna desde mi punto de vista, el gran parteaguas que logró el objetivo de consolidarse como oposición al autoritarismo burocrático nació en 1988 tras las elecciones presidenciales.
No fue sino hasta 1997 que el proyecto se vería consolidado, sin embargo, ocupar el gobierno de la Capital no fue poca cosa, se aglomeraron intelectuales, artistas, líderes sociales e incluso alguno que otro terrateniente que no recibía atención del partido hegemónico.
Poco a poco fue creciendo y ocupando territorio, incluso se convirtió en el dolor de cabeza de los partidos de centro y de derecha.
Mientras tanto, de manera discreta, una oposición más fuerte y con mayor disciplina empezó a perfilarse a la presidencia de la República. Los esfuerzos rindieron frutos en el 2000 cuando Vicente Fox fue electo.
Entonces la oposición al Partido Revolucionario Institucional era en realidad una corriente conservadora. De aquí podríamos entender que el PRI no era conservador, que la izquierda era una de las oposiciones y que la derecha había encontrado la formula correcta para convencer al electorado mexicano.
Puede sonar muy rebuscado el juego político, pero lo que queda claro es que México es un mosaico de culturas. El mestizaje enriquece, pero de la misma manera crea una controversia en el existir del mexicano, ¿será por ello que le resulta fácil a los legisladores brincar de la izquierda a la derecha pasando o sin siquiera pasar por el centro? O ¿somos tan apáticos como ciudadanos que nunca hemos sido capaces de crear una verdadera oposición?
Las redes sociales y las nuevas tecnologías tienen grandes ventajas que podrían aprovecharse para construir una sociedad más justa y equitativa, no para dividir y desinformar.
Lo que es un hecho es que cualquier oposición necesita de estructura, principios, objetivos reales y fuerza ciudadana, sin esos elementos ningún partido o movimiento sin importar cuál sea su origen o ideología podrá retomar el rumbo perdido.
Quien quiera ser escuchado deberá hacerlo metódicamente como lo han hecho los partidos de izquierda, centro y derecha. Ninguna marcha o recolección de firmas podrá sustituir los derechos y obligaciones electorales.
No es una hazaña ser oposición, de la misma manera, un grupo opositor no tiene que estar en alguno de los extremos ideológicos ni ser golpista o reaccionario.
Cualquier oposición debe generar un contrapeso que lleve al equilibrio, solo entonces podremos decir que hemos alcanzado una verdadera democracia.
