En una cárcel de Paraguay, el ex astro brasileño enfrenta uno de los aniversarios más oscuros de su vida - Ecos del Estado

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21 marzo 2020

En una cárcel de Paraguay, el ex astro brasileño enfrenta uno de los aniversarios más oscuros de su vida


Ronaldinho fue el mago de la eterna sonrisa, un artista que hizo sonreír al futbol y que con él llegó a la cima del mundo. Pocas veces lo vieron triste en un campo de juego. Ni siquiera ahora, encerrado como está en una prisión de Paraguay. El 4 de marzo fue detenido por presentar documentación falsa a su ingreso al país.

Luego de su declaración, fue liberado. Pero días más tarde la fiscalía sospechó que Dinho y su hermano formaban parte de una banda dedicada al lavado de dinero y volvió a apresarlo. Así, tras las rejas, el hombre que se aburrió de estar en las grandes alturas llega hoy a los 40 años. Lejos de su libertad y de la pelota.

Pasaron 17 días desde que se conoció la noticia. En este tiempo, Ronaldinho concurrió con frecuencia a un módulo de carpintería para convivir con los presos que trabajan la madera; jugó al futbol con sus compañeros de patio, mostrándoles algunos trucos de magia y ganando el torneo interno de Fut 7. Vivió con ciertos privilegios, como el uso de la televisión, refrigerador, estufa, aire acondicionado y la posibilidad de hablar con gente del exterior. Principalmente, con su madre, Doña Miguelina, su mayor preocupación.

Invitado por Nelson Belotti, propietario del casino Il Palazzo, y la empresaria Dalia López -hoy prófuga de la justicia-, Ronaldinho viajó a Paraguay para participar en una campaña impulsada por la Fraternindad Angelical, una fundación que brinda asistencia médica para niñas y niños en situación de pobreza. El plan también incluía la presentación de su libro Genio en la vida, en el que cuenta viejas historias de su tiempo en el Gremio, el París Saint-Germain, Barcelona, Milán y la selección brasileña, además del Querétaro, uno de sus últimos clubes.

A Ronaldinho le llevan ropa todos los días. No usa más el traje de mago, pero conserva la sonrisa. En cuatro décadas de vida, fue campeón del mundo con Brasil en Corea-Japón 2002, ganó un Balón de Oro, una Copa América (1999), una Copa Confederaciones (2005) y 12 títulos a nivel de clubes.

Entre ellos, cinco con el Barcelona (dos Ligas, dos Supercopas de España y una Champions League), donde, más que un futbolista, parecía un torero. Luego, se dio tiempo de volver a Brasil, con el Atlético Mineiro, para alcanzar dos de los objetivos que le hacían falta: la Copa Libertadores y Recopa Sudamericana.

En México, el hombre de la eterna sonrisa contagió a la afición del Querétaro en el cierre de su carrera. Tuvo juegos inolvidables como el del América, en el que aficionados propios y rivales lo despidieron de pie tras salir de cambio en el Estadio Azteca. Una imagen parecida a la que vivió tiempo antes, en el Estadio Santiago Bernabéu, en un clásico español ante el Real Madrid. Después de perder la final del Clausura 2015, el 10 brasileño siguió su camino con el Flu, donde realizó sus últimos trucos de magia.


Salí de Brasil dispuesto a crecer como jugador y como hombre. Quería aprender de todo, conocerlo todo. Así que cada día que pasa aprendo algo nuevo”, dijo alguna vez en una entrevista.

Terminado el futbol, hoy le toca hacerlo desde una prisión. Sin ese Jogo Bonito que lo hizo un artista. Y que lo echa de menos en su cumpleaños 40.


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