Arctic Monkeys, Beach House y Ry Cooder - Ecos del Estado

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10 mayo 2018

Arctic Monkeys, Beach House y Ry Cooder


«I just wanted to be one of the Strokes, now look at the mess you made me make» («Yo sólo quería ser uno de los Strokes, y ahora mira el follón que he montado»). Con esta sorprendente falsa modestia arranca Alex Turner el sexto disco de los Arctic Monkeys, uno de los más esperados en la escena pop internacional de los últimos años. Pero de pop, nada de nada.

Inspirado por la banda sonora de «El silencio de un hombre» de Jean-Pierre Melville y el disco de Dion «Born to be with you» producido por Phil Spector, Turner ha sumergido a su banda en un proyecto de marcado carácter solista con Nick Cave y el Bowie de «Space Oddity» en el punto de mira. No hay nervio rock, ni siquiera estribillos en este extraño trabajo que recrea la atmósfera de un piano-bar de ciencia ficción (quizá de ahí el título, que evoca el nombre de la base lunar utilizada por Armstrong y Aldrin), con un cantante a medio camino entre el crooner y el spoken word.

Es el primer disco que el líder de los monos compone y graba superados los treinta años. Lleva en esto desde los dieciseis, y desde que debutó ha estado codeándose con artistas que le han enseñado que hay vida más allá del cuatro por cuatro y de las letras de amor y desamor. Por eso este salto de madurez suena honesto, y el sabor jazz con gotitas vaporwave que desprende tiene cierto magnetismo, pero Turner comete excesos en su afán poético-literario al pretender contar demasiadas cosas en poco tiempo, dejándose llevar por fraseos interminables que le funcionaban con el rock anfetamínico pero que aquí llegan a incomodar y a ahogar la fluidez melódica, y que por momentos dirigen las canciones hacia lo derivativo, un terreno que sólo es divertido cuando el guía es un as del jazz, que no es el caso. Con estas cartas sobre la mesa, cuesta mucho engancharse (después de tres o cuatro escuchas aún no serás capaz de memorizar más de dos melodías) a lo que antes se pegaba como el pegamento industrial. Arctic Monkeys ya no tienen marca de la casa, y eso deja un regusto amargo. Pero en cualquier caso, este «Tranquility Base Hotel & Casino» siempre será más sugerente que el cacareado «AM», un disco que no tuvo mayor interés que el de ver a una banda iniciando la ruptura con su pasado con más pose que gracia.

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