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01 octubre 2019

Revolución cubana del diseño




Por  LUIS CARLOS SÁNCHEZ


Más allá del apuro económico y el bloqueo comercial, Cuba supo concebir un estilo propio en el diseño que le distinguió en el mundo. Tras el triunfo de 1959, la isla vivió una profunda transformación y el diseño no se quedó al margen: “La Revolución pensaba en igualdad para todos, alfabetización y cultura para todos; el diseño fue una herramienta para educar y vincular a la gente con ella”, dijo la historiadora del arte y curadora, Inbal Miller Gurfinkel.

Antes que destruir, Cuba reinterpretó y reutilizó lo que ya tenía. Los artistas gráficos pasaron de crear carteles para vender productos, a diseñar propaganda política y cultural, y los grandes y suntuosos edificios, mutaron en oficinas y espacios de promoción de las ideas revolucionarias. Integrada por más de 100 piezas, entre objetos, carteles, maquetas, video y fotografía, Design Week México y el Museo de Arte Moderno (MAM), inauguran el 5 de octubre, la exposición más grande sobre diseño cubano que se ha organizado en México.

Este año, el evento decidió que la isla fuera su país invitado. La exposición Cuba: la singularidad del diseño, es una de sus cartas fuertes. “Siempre se habían mostrado esfuerzos independientes, en México se conoce mucho sobre el cartel cubano porque influyó mucho; pero esta vez, al mostrarlo en conjunto, se entiende cómo acompañó a las diferentes disciplinas del diseño y cómo estuvo al servicio de la Revolución”, adelantó Miller, cocuradora de la muestra, junto con Jimena Acosta.

“Nos pareció importante hablar a partir de la Revolución porque fue una transformación: ver cómo el diseño funcionó en un país comunista y frente a un bloqueo comercial, porque no tuvieron un acceso tan fácil a los materiales, como lo tenía el resto del mundo”.

Cuba no se achicó. Por el contrario, una de las grandes premisas fue producir un diseño netamente cubano: “Generar lo cubano sin dejar de pertenecer a la vanguardia, ser innovadores a través de materiales y creadores locales, pero con eco alrededor del mundo”. Una solución estaba en reutilizar lo que ya existía y convertirlo en símbolo de la nueva época.

El Cabaret Tropicana, por ejemplo, “que era el lugar de los excesos, se convirtió en espacio para la promoción de la cultura y en el Hotel Habana Hilton, que se inauguró en 1958 y se renombró como Habana Libre, Fidel Castro ocupó los pisos de arriba como sus oficinas, ahí operó un par de años”. La extinta URSS también estaba allí para solventar a la isla: “Uno de los mejores contrachapados que se hacían era el de la URSS y ellos lo mandaron a Cuba”.

En el territorio florecieron diseñadores como Gonzalo Córdova, quien se encargó del interior de edificios públicos y escuelas; cartelistas como Antonio Pérez González Ñiko y Félix Beltrán, o fotógrafos como Alberto Korda. Pero Cuba no se encerró entre las aguas que le rodean: “Hubo una conversación importante con el mundo, el bloqueo fue comercial, pero no intelectual”, dijo Miller.


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