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25 junio 2018

Así se lucha desde el feminismo ‘geek’


Kameron Hurley, escritora de ciencia-ficción, ganadora de dos Premios Hugo, y nominada a un Arthur C. Clarke, un Nebula y un Locus por una producción que no deja de crecer y expandirse hasta abandonar la ficción y sentarse ante el espejo para contarse cómo ha llegado hasta ahí y qué batallas quedan por librar – he aquí lo que cuenta en La revolución feminista geek (Alianza) –, está tomándose un descanso en la agencia de publicidad para la que trabaja, en Dayton, Ohio. Sobre la mesa hay una Coca-Cola Zero, un ventilador y un par de auriculares. Si estuviera en casa quizá estaría jugando a algún videojuego online y soportando el sinfín de interferencias, tipos que le dirían en qué otras cosas podría estar empleando mejor su tiempo. En cualquier caso, Kameron no se callaría. Kameron les contestaría. Porque, dice, “hay una revolución en marcha”, y tiene que ver con acabar de una vez por todas con “la aguda nostalgia” que sienten “casi siempre hombres blancos” por “aquellos días en que se daba por sentado que eran el único público de las novelas pulp y los videojuegos”. Dicho de otro modo, que sólo ellos tenían derecho a ser geeks (personas fascinadas por la tecnología y la informática).

A Hurley, que ve La jungla de cristal dos veces año – “tiene uno de los mejores guiones que se han escrito nunca”, dice, “trata precisamente de un tipo tratando de dejar claro que, aunque su mujer gane más que él, sigue siendo un 'machote'” – han intentado callarla. “Al mismo tiempo que las oportunidades para las mujeres en los espacios geekhan crecido, ha crecido el rechazo. Las campañas de odio han alejado a algunas mujeres de la Red y de un mundo que consideraban suyo. Porque, les guste o no, las mujeres también han sido siempre geeks. Han sido gamers y escritoras, lectoras de cómics y fans de cosas como Conan El Bárbaro y Star Trek. Lo único que esos tipos están intentando hacer es defender su relato de lo que se supone que debe ser el mundo, mantener el statu quo de una situación que les beneficia”, dice Hurley, que anima a toda mujer, y todo hombre que se sienta ofendido por las maneras impositivas de esa parte del mundo que cree que el mundo es suyo, a no callarse. A contestar. Porque “en esto no se gana o se pierde de una vez, cada una de esas pequeñas batallas importa, lo que debemos hacer es persistir, sólo persistiendo el enemigo caerá en la cuenta de que el mundo ha cambiado mientras él se dedicaba a intentar que no lo hiciera”.

Fan de la ficción oscura – “intenté leer a Terry Pratchett de adolescente, pero no iba conmigo, siempre he preferido a Angela Carter” –, y defensora de la idea de que no sólo hace falta talento para escribir sino también, y mucho, “trabajo duro”, Hurley lanza sus dardos contra el núcleo duro del fandom: “Si no les gusta que toquemos sus cosas es porque creen que son eso, 'suyas'. Pero no han podido impedir que crezcamos y queramos escribir y que nuestras novelas gusten. No pudieron impedir que fuese Leigh Brackett, una mujer, la que escribió El Imperio Contraataca, para muchos fans de Star Wars, la mejor película de la saga. Intentan callárselo, pero no sirve de nada. Cuanto más investigo, más me doy cuenta de qué manera las mujeres han sido borradas de la historia. O simplemente silenciadas. Pero eso ya no volverá a pasar. Hay mujeres como Anita Sarkeesian – una diseccionadora de cuestiones de género en los videojuegos, a la que los gamers han amenazado de muerte en numerosas ocasiones –, o Mikki Kendall, mujeres como yo misma, que no van a callarse”, insiste. La revolución feminista geek, el libro, es, en ese sentido, a la vez mezcla de historia personal – lo mucho que le ha costado llegar a dónde está y lo precaria que es aún su situación, pese al éxito – y profunda y beligerante reflexión pop – sus ataques se dirigen a obras cumbre de los últimos tiempos, como True Detective, en las que las mujeres “nunca son personas”, sólo “obstáculos o premios”- sobre el mundo de hoy.

El libro artefacto, un auténtico festín feminista, y uno decididamente disfrutable, planta cara a esa visión única de la ficción que tiene mucho que ver con lo que pensamos cuando oímos la palabra héroe. “¿En qué pensamos? En un arquetipo. Un tío, músculos, blanco, machote. Cuando empecé a leer y a consumir cultura pop, no entendía por qué todos eran hombres, por qué ninguno podía ser mujer, y tampoco por qué las mujeres eran obstáculos en la trama o premios”, se dice Hurley. Como criaturas que vivimos “de las historias que nos contamos”, porque “de eso estamos hechos todos, de historias”, la mejor, la única manera, de luchar contra lo que no nos gusta del mundo es, dice, “desafiar las expectativas”, y hacerlo, también, a través de la ficción, porque la ficción “es el único antídoto”.

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