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31 mayo 2018

La Señora de Yucundaa y su poderío llegan a Palacio Nacional


El entierro de La Señora de Yucundaa, cuya relevancia es equiparable al de la Tumba 7 de Monte Albán, se exhibe por primera vez fuera de Oaxaca, en la Galería del Palacio Nacional de Ciudad de México, como parte de la muestra Mixtecos: Ñuu Dzahui, señores de la lluvia, que concluirá el 24 de junio.

Entre 1535 y 1550, el Pueblo Viejo de Teposcolula, Oaxaca, en un rito de abandono por la epidemia que diezmó al señorío, ofrendó más de 70 mil objetos a su cacica, personaje al que los arqueólogos han nombrado La Señora de Yucundaa, en honor al nombre mixteco del lugar.

El descubrimiento de ese entierro, efectuado en 2006 durante las excavaciones en el atrio del que fue el convento dominico del Pueblo Viejo de Teposcolula, quizás el más antiguo de la Mixteca, sólo se había expuesto en el ex Convento de San Pedro y San Pablo de esa localidad.

La muestra dedicada a una cultura milenaria, cuya distribución geográfica se extiende más allá de las altas montañas del norte de Oaxaca y sus cielos encapotados que le dieron nombre, abarca además el sur de Puebla y el extremo oriente de Guerrero revela la heterogeneidad cultural a partir de antiguos testimonios y sus manifestaciones artísticas contemporáneas.

Dejar historias por doquier

Nelly Robles García, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), sostuvo que el hallazgo fue excepcional porque los miles de objetos, en su mayoría de estilo mezcala (zona de influencia mixteca en los límites de Oaxaca y Guerrero), se depositaron sobre el cuerpo de la señora. En ese momento de transición, de decisiones difíciles pero necesarias, la gente de Yucundaa llevó a cabo una gran ofrenda para garantizar su permanencia como pueblo.

Añadió que para los mixtecos es recurrente ofrendar a un momento en su historia, a un cambio importante de régimen de tiempos, es la manera en que pagan la oportunidad de vivir como cultura. Los mixtecos son así, en todas partes van dejando una historia.

El entierro de La Señora Yucundaa se ubicó en el centro del atrio del convento dominico (que era destinado comúnmente a los españoles peninsulares) y, no obstante que el suceso acaeció entre 1535 y 1550, todos sus elementos aluden a la tradición pehispánica, lo que demuestra el pacto que estableció la clase gobernante mixteca con los sacerdotes y administradores españoles de la Yucundaa colonial, explicó Robles García.

La trascendencia de la inhumación ameritó que el entierro fuera recreado en una sala especial del Palacio Nacional, donde se explica el significado, pues de acuerdo con la arqueóloga Nelly Robles, también curadora de la muestra, aunque la ofrenda fue dispuesta en torno a la cacica, en realidad fue la manera en que los supervivientes de la epidemia de salmonella enterica, que a mediados del siglo XVI diezmó casi por completo a la población del Pueblo Viejo de Teposcolula, decidieron despedirse de su hogar, a 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar, en una montaña sobre el valle.

De acuerdo con el equipo del proyecto arqueológico, varios análisis han permitido corroborar que La Señora de Yucundaa murió alrededor de los 30 años de edad y no fue, a diferencia de su pueblo, una víctima más de la fiebre entérica. Su cuerpo fue depositado en un pozo alargado, en posición extendida y ligeramente recostado de forma individual, como se recrea en la exposición, la cual refleja que los mixtecos mediante estrategias y alianzas matrimoniales erigieron señoríos fuertes y autónomos.

Una cantidad considerable de los más de 70 mil objetos rituales que le fueron colocados alrededor del abdomen, pecho y pies se exhiben en las vitrinas de la exposición. La curadora explicó que la ofrenda fue quemada previamente y aglutinada con una especie de resina, probablemente de copal y goma de hule, que mantuvo juntos varios de los componentes.

El público que visite la exposición Mixtecos: Ñuu Dzahuil, señores de la lluvia conocerá el ajuar funerario que se compone de alrededor de 2 mil pequeñas figurillas de dioses guardianes (algunos representan al de la lluvia) o penates, miles de joyas personales, como caritas colgantes, que habrían sido usados como ornamentos, cuentas de collar, restos óseos de animales (principalmente de aves), pulseras, malacates de cerámica, placas de turquesa, objetos tallados de concha marina, piezas de cobre y placas de hueso.

En la exhibición se explica que los señoríos mixtecos lograron una expansión inusitada durante el periodo Posclásico (950-1522 dC), en buena parte por su capacidad de negociación, logrando ampliar sus territorios y rutas comerciales con alianzas pacíficas establecidas a través de los matrimonios entre nobles o los compadrazgos. Cuando se encontraban estrechando lazos con los zapotecas de los Valles Centrales de Oaxaca, sobrevino la Conquista.

El poderío de los señoríos mixtecos y su diplomacia les permitió llegar a cientos de acuerdos con los españoles. Fue el caso Yucundaa, que llegó a tener sometidos a ocho pueblos circundantes, abarcó cerca de 290 hectáreas y tuvo una economía basada en el tributo, el comercio, el cultivo del maíz y las siembras temporales en tierras altas.

La sepultura al modo prehispánico que le fue dada a su cacica, una figura que regía el lugar a la par de su consorte, también demuestra ese dominio.

Robles García dijo que el hallazgo de La Señora de Yucundaa es la primera vez que sale de territorio oaxaqueño.

La exposición, organizada por el INAH y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, incluye más de 500 objetos que abren el panorama de los ñuu savi: piezas arqueológicas recuperadas de ricos contextos, como la Tumba 7 de Monte Albán y el entierro de La Señora de Yucundaa, la recreación de una típica casa mixteca (construida ex profeso por habitantes de Tepelmeme, Villa de Morelos), documentos invaluables como el Códice de San Vicente del Palmas,artesanías en diversos materiales e incluso una colección de instrumentos musicales.

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